Distinguimos y reconocemos la utopía, precisamente porque somos conscientes de su ausencia en nuestras relaciones sociales y materiales. Es siempre un sueño por venir; la idealización y añoranza del no lugar, la fantasía de una sociedad pacífica y consciente, en la que los seres humanos somos fraternales, co-habitando la naturaleza desde la sabiduría y el respeto. Como expresión contraria, aparece la distopía, una fantasía distorsionada y cruel, la versión antónima del no lugar (lo que no existe por ser excesivamente idílico); es decir, el mal lugar, la anti-utopía (lo que existe por excesos propios de su realidad), un retrato escalofriante del comportamiento social adormecido, inserto en un Occidente monopólico e hipertecnologizado, al que las periferias geográficas ingresan crédulas, aunque temerosas, y más como sirvientes que como beneficiarias. Es la danza macabra de la posmodernidad, en la que lo espontáneo, libertario y auténtico, se disuelve a favor de un control centralizado sobre las máquinas, las personas y la naturaleza.
Las “topías” derivan del “topos”, la topografía, el lugar de la idea. Y las actuales circunstancias y escenarios en que nos desenvolvemos, especialmente a nivel local, nos obligan a repensar el lugar de la anti utopía directamente desde los hechos, ¿puede ser que se haya convertido finalmente lo distópico en un acto histórico, abandonando su status de fantasía improbable?, ¿empezó acaso ese futuro macabro, inclusive profético-apocalíptico, signado por la destrucción y la infelicidad, que siempre pensamos tan lejos de nuestro propio acontecer?
La obsesión e idolatría hacia la vida moderna, ha provocado en la sociedad el abandono de su relación equitativa con la naturaleza, convirtiendo al ocaso de ese desequilibrado intercambio en lo que vivimos hoy: el hábitat humano posmoderno, que desplaza, deforma y destruye lo que no sirve a los intereses del sistema. La distopía se erige entonces como el testimonio vivo del hábitat humano, esa percepción oscilante y confundida entre lo frívolo y lo imprescindible, entre lo virtual y lo real. Yan nos sitúa en escenarios materiales y emocionales que nos retraen a un imaginario colectivo, pero que desde este nuevo planteamiento, cobran un significado tan inédito como revelador.
Yan Schkolnik nos ofrece un selecto registro de imágenes, proponiendo re-conocer diversos escenarios locales de las zonas central y sur de Chile -naturales, urbanos, eriazos, semirurales, e industriales- desde la reflexión propuesta por la advertencia latente en el sentimiento distópico. De intención tanto estética como documental, la presente serie fotográfica desarrolla aspectos visuales que han atraído la atención del autor en trabajos anteriores: altos contrastes de textura y color, tomas panorámicas -algunas nocturnas- encuadres y detalles distintivos, escenarios insólitos. Es tal la presencia de la desolación, que en sus registros ya no aparecen personas; en su lugar son captados sus vestigios materiales, indicativos de la huella humana en el espacio-tiempo. El smog citadino y la contaminación ambiental participan de la fotografía como filtros de luz, mientras que la chatarra acumulada y terrenos surcados hasta la saturación por el paso de las máquinas, actúan como tramas y patrones visuales, que no entorpecen, sino que intensifican su elección. Expresado así, pareciera confirmarse que nos dirigimos colectivamente a un punto de no retorno. ¿Estaremos viviendo proféticos desenlaces?
Redacción por:
CAZAR Mueve Arte "quierocazar"
Distopía fue editada en un libro, con un total de 50 fotografías. esta edición es solo una muestra de las imagenes totales.
El montaje de la exposición fue de un total de 14 fotografias 60x90 marco negro y vidrio opaco.
(para ventas preguntar por stock)
El montaje de la exposición fue de un total de 14 fotografias 60x90 marco negro y vidrio opaco.
(para ventas preguntar por stock)